En verano tienen lugar el 20% de los resfriados que se producen en todo el año. El origen de esto se encuentra principalmente en las diferencias de temperatura entre el interior de las oficinas y otros lugares de trabajo con el exterior, como recoge un estudio de Unipresalud.
La mayoría de infecciones respiratorias, dolores de cabeza, lumbalgias, faringitis e irritaciones en los ojos se producen además por las temperaturas demasiado bajas y los ambientes muy secos.
El principal responsable de todas estas patologías es el aire acondicionado que hay en los centros de trabajo. Además de los resfriados, también provoca que la calidad del aire que se respira no sea la más adecuada. En muchas ocasiones las estancias se llegan a resecar por debajo del 30% de humedad, provocando entre otras cosas mucosas de la nariz cuando se da de manera muy seguida.
El aire de estos espacios se vuelve más seco convirtiéndolos en sitios propicios para infecciones, como faringitis, rinitis, bronquitis, neumonías, laringitis, irritación de los ojos, dermatitis o dolores de cabeza, entre otras cosas.
El director de Actividad Técnica de Unipresalud, José Vicente Máñez, explica que estos trastornos son evitables si se consigue “mantener la humedad relativa entre el 45 y el 65% para temperaturas comprendidas entre los 23 y 26 grados. En el caso de encontrarse en un ambiente reseco, lo aconsejable sería respirar por la nariz, ya que de esa forma el aire se introducirá en los pulmones a la temperatura del cuerpo y con el grado de humedad adecuado para “evitar la sequedad de las vías respiratorias”.
Otro aspecto a tener en cuenta para prevenir las infecciones vinculadas con la calidad del aire es la velocidad de los aparatos de aire acondicionado, que debe tener como máximo unos 0,19 m/s.
La temperatura adecuada dependerá de varios factores como la edad, sexo, peso, vestuario o actividad que se lleve a cabo. Es difícil que todo el mundo se contente con los mismos grados. En Unipresalud aconsejan poner el aire acondicionado a 25 grados. Y es que la llegada del calor y del verano implica una ‘guerra’ entre los empleados por el mando del termostato.